Sin lugar a dudas, el año 2020 será un antes y un después en la vida de cada ser humano. La pandemia nos está dejando grandes lecciones de vida, retos y aprendizajes, que de una u otra forma, nos están llevando a valorar el día a día, el aquí y el ahora. Pensar en el futuro es algo constante en los seres humanos, siempre lo fue, pero hoy más que nunca, estamos siendo obligados a dejar de “planear” el futuro, no sólo por la situación económica sino también por la incertidumbre que existe respecto al concepto de momentos en familia.
Estamos empezando el mes de Octubre, y los grandes almacenes, como cada año, ya empezaron a mencionar la navidad en sus ofertas y promociones, parece que se están olvidando de que este es un año atípico. Esta no será la primera vez en la historia, en donde el mundo atraviesa una pandemia; ya en 1918 la gripe española sacudió a la humanidad. Pero, existe una gran diferencia, en aquella época, la tecnología que existe hoy en día, era solo el sueño de unos pocos. Entonces, ¿cómo celebraremos esta navidad?... Independientemente de la religión, la navidad es un tiempo en el cual la familia se reúne, se comparten detalles y momentos únicos mientras disfrutamos de los clásicos manjares de la época, según el lugar del mundo en donde estemos. Tomando en cuentas esas tres características, ¿por qué no plantear una navidad distinta?
En familia: Antes de la llegada de la pandemia, los abrazos y los besos estaban siempre presentes. Ahora, esas señales de afecto están casi prohibidas, el codo se ha convertído en el nuevo estrechón de manos y la expresión de los ojos es ahora la nueva sonrisa. Este navidad, muchas familias tendrán una o varias sillas vacías, algunos seres queridos se habrán adelantado al eterno viaje; y, hay un reto mayor en cuanto a la logística y organización de cualquier tipo de evento. Es hora de ser creativos y retomar el contacto con la naturaleza, los espacios abiertos son sin duda un lugar ideal para respirar aire puro, sentirnos libres y valorar cada uno de nuestros sentidos. Estar descalzos, en familia, frente a una fogata o a un mantel lleno de comida hecha en casa, mientras las risas se hacen eco entre los árboles al jugar o contar anécdotas de la infancia. ¿suena bien, no? Qué tal sí nos acostamos en el césped, sin miedo, sin vergüenza y sin preocupación de ensuciarnos, y miramos las nubes recordando nuestra niñez, cuando encontrábamos formas de animales y hasta rostros dibujados en el cielo. Sí, ya no habrán trajes de gala, tampoco vajillas caras (de esas que sólo usabas una vez al año) pero a tu alrededor estarán las personas que más quieres, y no importará si en lugar de pavo hay una bandeja improvisada llena de sándwiches, hoy la vida nos está dejando ver con más claridad lo que estaba debajo de aquel traje de gala.
Esta vez, no importará la decoración, tampoco el aroma o el sonido de las copas, el confinamiento nos ha enseñado a valorar aquello que antes dábamos por hecho; sí, la sola presencia de nuestros seres queridos, y eso, es suficiente.
Compartiendo detalles: ¿recuerdas tus anteriores navidades? Apenas los centros comerciales empezaban a mencionar la palabra navidad, enseguida tu cabeza empezaba a sumar y restar, esperabas la llegada de tu aguinaldo o sueldo extra para compartir con tus seres queridos un detalle, ese regalo a medida por el cual esperabas ser recordado y agradecido.
Tuvo que llegar una pandemia para sacudirnos y de una u otra manera, hacernos sentir libres. Sí, libres. Estos últimos meses, nos han enseñado a valorar cada centavo, el pan en nuestras mesas y la calidez de nuestro hogar. Ya no importa si tus muebles de sala son del almacén más reconocido de la ciudad, tampoco importa si tus zapatos son de marca o si tu televisor tiene los más modernos parlantes. Hoy, casi no recibes visitas, tus muebles están como nuevos, cuando trabajas vía Zoom ya no necesitas tus zapatos (basta con tus cómodas chancletas) y tampoco usas los parlantes, o a lo mejor sí, pero ya no son la sensación como lo eran en las reuniones familiares de antes. Ahora, el sonido de tu voz, tu sonrisa a través de la cámara, la expresión de los ojos de tu madre al ver a su nieto en el celular y el olor del experimento que estás haciendo en la cocina se han convertido en algo muy importante, finalmente, aquellas pequeñas cosas que antes no valorabas, son tu regalo diario.
Has descubierto habilidades que no sabías que tenías, te has permitido y has dejado que tu familia explore nuevas posibilidades, así que este año la tía va a recibir una mermelada casera preparada por tí o tus hijos, el abuelo va a sonreír cuando le envíes o entregues una bolsa de pan hecho en casa y tu hermano o hermana van a valorar la canasta reciclada llena de dulces artesanales que preparó tu vecina, quién te agradecerá más que nunca por comprarle, porque sus hijos, en edad escolar le están ayudando y así podrán juntar el dinero que hace falta para pagar la renta. Las marcas, los grandes lazos y las envolturas navideñas no harán falta. Lo importante, será el valor del detalle, y no me refiero al precio, sino a su verdadero valor; el cariño y el amor con el que sean entregados. Por supuesto, hay detalles que no necesariamente son tangibles, y en esta navidad, estarán más presentes que nunca, porque celebramos la vida, sí, lo que siempre debimos celebrar, pero ahora, gracias a la pandemia, valoramos más que antes. No importa si es el codo, el guiño de ojos y la sonrisa debajo de una mascarilla o la video llamada con música de fondo, esta navidad, finalmente vamos a valorar lo más importante, el amor.
La cena: Era típico vestir la mesa de gala, la foto para el Facebook o el Instagram debia salir perfecta. La cocción del pavo y sus acompañantes tenía que estar en su punto, las copas y los cubiertos brillaban y hasta reflejaban las luces decorativas del árbol. Sí, para muchos, eso eran las cenas navideñas, el momento para comer (solo una vez al año) una serie de manjares que debían lucir como de revista.
Sin importar el país, la clase social o la profesión, este año, la cena navideña para casi todos será diferente, tal vez, no alcance el presupuesto para el pavo, pero eso no será ya una preocupación, porque papá aprendió a preparar un pollo a la naranja delicioso (luego de casi quemar la cocina algunas veces) y los pequeños de la casa ya saben hacer galletas; además, la receta de arroz navideño que dejó la abuela como legado, va a ser preparada por sus hijas e hijos en cada uno de sus hogares, esa será la mejor manera de recordarla. ¿y qué tal si compartimos? Si hay algo que esta pandemia nos está dejando, es ser más compasivos y solidarios. Siempre se dijo que la navidad era el mejor momento para compartir, pero el concepto se convirtió en el compartir del consumismo, y no en lo que verdaderamente significa.
Pero hoy, muchos han entendido el real concepto, incluso el trueque se ha visibilizado, mientras la vecina me entrega sus dulces artesanales yo le doy una mano con el problema que tuvo en su computadora. ¿les ha pasado? Los manjares clásicos de la navidad, tal vez se transformen en las delicias de los nuevos chefs empíricos de casa y los asistentes de cocina que ahora sí ayudan a lavar los platos para que mamá pueda contestarle al jefe en la reunión. Hoy, la cocina se volvió más importante que nunca, por ello, estoy segura que esta navidad, todos vamos a saborear cada bocado con calma, sintiendo cada pedacito de comida y valorando el esfuerzo de las manos que lo prepararon, sobretodo el cariño con el que lo hicieron, sin importar cuán deslumbrante luzca la mesa, el solo hecho de estar, será suficiente. ¿Tenía que llegar esta pandemia para que valoremos cada segundo en familia? Sí, sin duda. En 1918, la humanidad vivió algo similar y hoy, todas las generaciones tenemos que adaptarnos a cada una de nuestras circunstancias, dejar atrás el ego, la soberbia y la ingratitud. Las emociones, sensaciones y sentimientos son nuestro más grande regalo ¿no creen? Es tiempo de celebrar la vida, dejar atrás el consumismo, contagiarnos de solidaridad y compasión, pero más que nada, agradecer, por cada pequeña cosa que hoy, finalmente, logramos ver y darle el espacio que merece en nuestras vidad.
Soy Lucía Noboa, psicóloga clínica, tanatóloga y terapéuta integrativa, pero más allá de eso, soy mujer, esposa, hija, mamá y abuela, y deseo con todo mi corazón que tú; sí, tú, en compañía de tus seres queridos vivas una navidad única y memorable, un antes y un después, y celebres la vida, cómo puedas y cómo prefieras, pero celebres y agradezcas por estar aquí y que no te preocupe el futuro inmediato, abrázate y abraza a los seres que están a tu lado, ese es tu mejor regalo (empieza desde ya).
Con cariño, Lucía Noboa
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